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Gabo y El conde Palacios, homenaje en la semana de la afrocolombianidad

Tumacopopolo comparte este breve texto de nuestro codirector Fernando Pinzón Pérez. La dirección colegiada de este medio de comunicación digital al servicio de Tumaco y de los internautas del mundo que navega en el ciberespacio hace cerca de 10 años, esta integrada además por Ernesto y Felipe Pinzón Ortiz. La gerencia la desempeña Gliceria Magoth Ortiz Betancourt:

"Con motivo de la semana de la afrocolombianidad -23 al 27 de mayo- quisiera compartir algunos puntuales recuerdos de mi vida, antes que la inexorable parca los esparza al viento del olvido. Me suena un poco agorera la frase anterior, hagamos de tripas corazón y adelante como el pájaro trinante con la generosa comprensión de ustedes lectores manglarianos. Asoma su nariz algo agripada la década del 70. Con entrañables compañeros somos recurrentes en los salones de la facultad de Humanidades de la Nacho. Los serenos y medidos pasos del padre Camilo Torres Restrepo, fundador  del Departamento de Sociología, aún recorren la memoria colectiva de los nuevos estudiantes que asistimos al programa con más sarampión ideológico que con la firme intención de apropiarnos de un poderoso instrumento de medición y transformación científica de la realidad. Estamos dedicados a proyectar ciclos de Buñuel, el Neorrealismo italiano, Bergman, Passolini, en fin, aquella clase de películas que hizo exclamar a Buñuel: el cine en manos de espíritus lúcidos puede cambiar la vida de las personas. Es el cine club de la Nacional de los años 72 y 73 del siglo pasado. Entonces ocurre el insólito caso que por primera vez el Estado del estatuto de seguridad y el estado de sitio, autoriza la primera embajada cultural cubana a Colombia. Llegan entonces a Bogotá los más importantes realizadores del cine cubano de ese momento, Recuerdo con claridad a Manuel Pérez, el director de: El hombre de Maisinicú.

Si es cierto, tenían su comisario político. Un cubano de nombre Yelín, de calva vigorosa, sonrisa de cascada y poderosas mandíbulas que atrapaban a toda hora un tabaco rigurosamente castrista. Nuestro cine club los llevó a la universidad. Filmaron toda su visita y supongo que los archivos deben reposar en el instituto de cine cubano. Ocurrió que el hombre del tabaco castrista nos invitó a los del cine club para que lo acompañáramos a la sede de la revista Alternativa que funcionaba en la carrera 13 como con calle 57. Nos fuimos en una camioneta algo vetusta pero en muy buen estado manejada por un joven llamado Rodrigo, que después supimos era uno de los hijos de don Gabriel José de la Concordia García Márquez. En la sede de la revista Alternativa cuyo presidente editorial era García Márquez y su director Enrique Santos Calderón, aguardaba este último a la entrada. El de la calva la hizo respetar y pudimos entrar porque al parecer la reunión era muy confidencial. Estuvimos en la sala de reuniones del segundo piso por espacio de una hora teniendo como personaje principal al maestro Gabo. Yo lo recuerdo embutido en una atmósfera prenobeliana. Con ojeras definitivas como si allí estuvieran acumuladas todas las noches de vigilia literaria macondiana. Una poderosa chaqueta a cuadros negros y rojos con el cuello subido intentando protegerle el rostro azulado. Nunca he podido olvidar que sus pantalones a la altura de las rodillas estaban tan arrugados por las largas y solitarias travesías sentado frente a su máquina de escribir que él si logro salvar la noche del Bogotazo cuando comenzó en firme la asesinadera de todos los que quieren la Paz en este país de mierda, así sea imperfecta. Yo por obra y gracia del espíritu santo me había leído de un solo tirón, en un sábado capitalino y en la biblioteca Luis Ángel Arango: Cien Años de Soledad. Estuve callado y pensaba en Cervantes y en Rubén Darío y en el hombre de la eterna noche en sus ojeras que se reía de si mismo y nos hacía pistola con sus dedos a los demás y qué yo tampoco entendía ¿cómo es posible escribir cosas tan hermosas con las mismas manos que nos limpiamos el culo? García Márquez a una pregunta de uno de los miembros del cine club (¿Tal vez José Joaquín Bayona Esguerra?) porfío que no sabía ni mierda de la literatura colombiana contemporánea pero prometió corregir esa anomalía y escribir un artículo exclusivo para la revista de nuestro cine club. Ya nos cansamos de esperarlo, el artículo. Gabo debe estar cagado de la risa donde quiera que esté.

El Caribe colombiano -y nuestra nación- tiene en Gabriel García Márquez al autor más importante de  su historia hasta ahora.

El Conde Arnoldo Palacios
Por esas mismas calendas, dado mi ímpetu por las letras solía asistir a unas reuniones literarias que se realizaban en una casa ocupada por la entonces República Democrática Alemana como a unas 4 o 5 cuadras del hotel Tequendama. Ese club literario tenía el nombre de Punto Rojo y por allí alternaban escritores en formación y otros con algún incipiente reconocimiento: los hermanos Mercado, Germán Santamaría, Isaías Peña Gutiérrez, Alvaro Medina y muchos más cuyos libros son fatigados de manera permanente por lectores codiciosos e insaciables, gracias a dios para la felicidad de la humana lecto-concurrencia. De una de esas reuniones salimos para el barrio la Candelaria al apartamento de Santiago García, el otro hombre definitivo en la historia del teatro colombiano. Ya deben suponer quien estaba allí con su espléndida humanidad, sentado con la mayor naturalidad del mundo, con su singular guardia pretoriana integrada por un par de muletas acordes a las particulares necesidades del dueño. Fue la primera y última vez que conversé con el futuro: El señor Conde Arnoldo Palacios (casó con una condesa francesa que le transfirió el grado de nobleza). Les juro que hubo química entre los dos. Me miraba complacido y se regodeaba con mi joven acompañante, una rubiecita dedicada al teatro y que trataba de impactar a Santiago García para que la dejara actuar en el grupo de la Candelaria. Arnoldo Palacios contó muchas cosas esa noche hasta que la madrugada nos aventó a nuestros propios abismos existenciales. A mi se me quedó grabada su llegada por primera vez a Francia, integrando una delegación atlética para competir en no se qué juegos. Cuando la funcionaria que solo podía verle el rostro a través de la ventanilla le preguntó cual era su especialidad deportiva, el maestro Arnoldo, el autor de la inmortal novela LAS ESTRELLAS SON NEGRAS, le respondió: soy el inalcanzable autor de mis sueños.

El Pacífico colombiano  -y nuestra nación- tiene en Arnoldo Palacios al padre fundador de la novelística afrocolombiana. Los originales de la novela como lo relató Oscar Collazos, se quemaron en la insurreción popular conocida como el Bogotazo a raíz del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Ambos, García y Palacios vivían en el centro de Bogotá en hoteles pobres y se conocieron y se hicieron amigos. Poco tiempo después García Márquez que trabajaba en el Universal de Cartagena lo entrevistó y lo despidió en su viaje para Francia y con 500 ejemplares de la edición de Las estrellas son negras, calienticas, con tan intenso olor a vida que alcanza hasta para las futuras generaciones costeñas y andinas.

GABO Y EL SEÑOR CONDE PALACIOS, homenaje a los dos inmensos costeños en la semana mayor de la afrocolombianidad."

Isla de Tumaco, domingo 22 de mayo de 2016. F:P.P.


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