Por: Fernando Pinzón Pérez, director TumacoPopolo.
El producto interno bruto de mi país: Colombia, con el perdón de todos ustedes, lo evalúo cada vez más bruto.
Se supone que el pib (es el acumulado de la riqueza nacional producto del trabajo de los colombianos) debiera repartirse con equidad entre las partes que lo producen, pero no, así no funciona; fíjense; a nuestra fuerza pública (más de 300 mil hombres armados hasta los sueños) le destinan el 6%. (Presupuesto de Colombia 2012: 166 billones de pesos). Oigo algunos gritos: está bien, hay que meterle plata al Ejército para lo de la seguridad y todo el asunto del expresidente Uribe e incrementar los cursos de inteligencia, inclusive mandar al doctor Alvaro a la Weist Point a reverdecer laurales, porque mete mucho las de comer, en los últimos tiempos.
La deuda externa nacional a comienzos de este año, según el Banco de la República, estaba por encima de los 67 mil millones de dólares y en octubre sobrepasó los 71 mil millones.
Lo jodido es que de nuestro presupuesto se destina el 26% para el pago de los intereses (los del gobierno llaman "el servicio de la deuda", toca hablar bonito ante los místeres). Algunos congresistas colombianos no están conformes, pero igual pasan de agache. Otros son guaches o cómplices confesos.
Puedo seguir enumerando ejemplos a la lata, pero se vuelve latoso el tema.
Lo que si les digo es que estoy desencantado con el doctor Juan Manuel con la última jugada que nos hizo: el cuento de la sostenibilidad fiscal.
Ay mi abuela, ahora si nos dieron de verdad por donde sabemos: el bolsillo. Si usted reclama una pensión, por su salud ante una EPS, por cualquier acto ante el Estado, el funcionario con la nueva ley Santos le dirá: le toca esperar a ver si no afecta su pago el equilibrio de las finanzas públicas.
Al doctor Juan Manuel -también a mí- le encantan la literatura, las buenas costumbres, el díalogo y que las empresas hagan fructíferos negocios.
En lo que no coincidimos es que él está empujando duro para que el pib se brutalice a marchas forzadas de sus alocadas locomotoras de la concentración de la riqueza nacional en pocas empresas o familias, que es casi lo mismo en Colombia.
En cambio, los muchachos estudiantes tratan de seguir en lo de la pensadera para no dejarse embrutecer más con una educación para pobres y desnutridos. Ellos quieren una educación pública de calidad y gratuita para todos que les permita vivir -junto a sus familias- con dignidad. No se necesita ser muy inteligente para entenderlos.
¿O es que el hambre nos tiene así de brutos?
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