Playas limpias y dispuestas siempre como fieles amantes. Cielo de nubes adolescentes que invitan a la ensoñación. El aire con la fragancia de la vida recién inventada. El mar Pacífico, tejiendo ola tras ola, el más sereno paisaje para vivir en paz con Dios y los hombres. La frugalidad de la existencia representada en los más singulares y sabrosos platos de la cocina marina. Una hotelería que se yergue cálida, amable y moderna. Volver a las islas de Tumaco, El Morro y Bocagrande con los ímpetus de los adelantados contemporáneos del sur. El mundo nuevo de la imaginación y la fantasía hechos realidad bajo el embrujo marino, de ésta Perla del Pacífico que renace siempre impregnada de mitos y leyendas.
Fiesta de la vida.
El Morro cuenta ahora con hoteles que ofrecen todas las comodidades posibles en el tercer milenio de la civilización. Son inversiones considerables las que permitieron esta renovación total, que admite airosa comparación con otros rutilantes destinos turísticos nacionales.
La deslumbrante arquitectura hotelera de la cultura occidental, en misteriosa armonía con una mágica noche de fogatas a la orilla de la mar, para evocar, los más significativos mitos y leyendas del profundo Pacífico Sur de Colombia.
El festival gastronómico con los más sabrosos e irresistibles mariscos, más allá de preparados, conjurados por la sapiencia milenaria transmitida de generación en generación y preparados por las sabias manos de mujeres que convierten cada plato en un auténtico milagro de la tradición. Es la compartida fiesta del paladar a la que siempre están invitados los viajeros de la vida, que buscan equilibrio espiritual y material.
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