Por:
Fernando Pinzón Pérez, director Tumacopopolo.com
“No está
comido de perro, culebra o rana. Lo
tiene en la mira de su dinamita y siente su agresiva respiración que le
quema el rostro. (“Le rompo hasta la médula de la esperanza donde me responda
groserías”). Hamilton ha llevado pata veantiada
del defensor irlandés durante los 61 minutos corridos de esta tarde acalorada, en el estadio inglés.
Es su primera temporada con el Middesbrough y hasta ahora lo había pasado bien.
A él le gusta salir a divertirse en cada partido (”Lo mío es jugar con el balón, como los
niños, creando con ella, la pelota, dibujando con un pincel sobre la cancha
jugadas de fantasía pero con la responsabilidad de meterla en el arco vecino”)
y en Inglaterra después de Uruguay, China, Ecuador, Grecia o Chipre, es donde
mejor lo han tratado. Chile es lo peor. Salvo en este momento cuando encara a
su rival, sin necesidad de traductor porque habla el inglés con gusto =como
saboreando pescado frito con patacón= y sólo espera que el “chuchalamadre” que tiene al frente le grite “sanababich” para demolerlo a puñeteras bofetadas.
El “viejo” =le llaman con cariño, los
pelados del Deportes Quindío, donde juega en la actualidad= Hamilton Ricard
Cuesta, a sus 37 años, es uno de los más virtuosos hacedores de goles del
exclusivo firmamento de delanteros con que cuenta el Pacífico de Colombia. (“Yo
no me siento mal porque me digan viejo, pelados de 19 años, que me pasan la bola
con respeto y yo se las convierto en goles bonitos que ellos celebran con tanta
emoción como el público”).
Como casi todos
los niños del vasto y memorable “Litoral
Recóndito”, tejió en inolvidables jornadas diarias de sol y playa sus
sueños de lograr ser una “estrella
negra”, al igual que su longevo coterráneo, el novelista Arnoldo Palacios y
desde el otro arte, el de la literatura. (“Uno aprende a tirar canalete desde que
empieza a madrugarle a la vida. Con mi familia y el sueño aún tibio en nuestra
piel, saltábamos a recoger concha, agarrar cangrejos o echar el chinchorro”).
Cuando no pescaban para el sustento, jugaban con pelotas de trapo, con cocos o
con los desechos del precario turismo que a veces se asomaba a su desprevenida
cotidianidad.
Y aquí está
viejo Hamilton, un artista del fútbol colombiano, quien ha recorrido Europa,
Asia y América, sembrando goles que han puesto a delirar de alegría a miles de
hinchas en diversos idiomas que al final se juntan en uno solo: el gol de la
felicidad general. Está en medio de una cancha, en el país, donde según cuentan
las historias que nació este deporte para el goce de las mayorías. Un poco más
relajado, viejo Hamilton, recordando que jugó en el Deportivo Cali, en el
Santafé que resucitó para las nuevas generaciones al obtener un campeonato,
unos días atrás y en Cortulúa. El viejo Hamilton que se enfundó la tricolor en
el mundial de Francia 98. El mismo que se da gusto comiendo los platos más
exóticos de la cocina internacional y sin embargo, sigue considerando el
ceviche de concha, “el manjar exquisito
de los dioses”. El mismo viejo Hamilton Ricard Cuesta, que reclama al
Gobierno Nacional la construcción de estadios dignos de un país que juega bien
al fútbol y al cual le pasó ya la rabia y le tiende la mano al rival extranjero
porque es su último partido de despedida
en tierras extrañas y ya regresa a la nostálgica patria, donde lo aguardan unos
pelados que lo consideran un padre jugando al fútbol, ojalá por muchos años más”
(FPP. Tumaco, julio 17 de 2012).
· Hamilton Ricard, concedió el 6 de
septiembre de 2001 al periodista Juan Diego Ramírez de El
Espectador, que la publicó, una breve entrevista, base esencial para esta
crónica que publica Tumacopopolo.com. (www.tumacopopolo.blogspot.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios expresan la opinión de quien o quienes los escriben por lo tanto es su responsabilidad absoluta; al igual que los artículos del blog tumacopopolo son responsabilidad del autor.