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Panegírico a don Euliquio, mi padre.

Por: Iván Biojó Guevara.
Don Euliquio Biojó ( Q.E.P.D); Foto Cortesía TVMAR 
Nací en Tumaco, hace cincuenta y tantos años dentro de una familia donde su única fortuna era la probidad. A corto plazo no se podía vislumbrar cambios en la condición económica más allá del mejoramiento de la calidad alimentaria. Prácticamente mis hermanos y yo, nacimos arruinados. Nunca sentí que debía esperar una herencia diferente de la inteligencia. Admito que fue un legado compartido de mi papi y de mi mami. Aparte de inteligentes, ambos tenían excelsas capacidades para afrontar las vicisitudes, los reveses y las incomodidades cotidianas de conformar una familia respetable.

Alguna vez, una amiga nacida en Tumaco pero sólo cercana en mi adultez, me preguntó: ¿Ustedes cómo hicieron para estudiar… porque eran muchos y su papá no es que tuviera plata? Pensé dentro de mí, “no sólo no la tenía, sino que siempre fue un elemento escaso y extraño”. Finalmente le contesté: -Mi papi no tenía plata, pero tenía visión-. Y la visión fue lo que salvó nuestro destino. Mi mami hizo posible esa visión comprendiendo que parte de su Misión era construir y fortalecer nuestra autoestima. Inculcarnos el que sí se podía. Finalmente, todos fuimos a la Universidad.

Pero lo que quiero reasumir es que nunca le otorgamos más que una pequeñísima atención a las cuestiones de dinero, pues podíamos sobrevivir sin él. Increíblemente nos centramos en el fortalecimiento familiar y en convertir en virtudes nuestros valores. Tampoco estuvimos interesados en sostener una función brillante en la sociedad ni en la política. Siempre quisimos ser los Biojó.

Aprendimos algo y muchas cosas de la vida por ausencia, carencia y falta. Cosas como: “la escasez es la madre de la creatividad”. Fuimos conscientes, en forma permanente, que la pobreza siempre nos brindaba una enorme cantidad de tiempo libre para amar, para jugar y para disfrutar de nosotros. Siempre juntos, con invitados especiales: “nosotros mismos”. Aún hoy, seguimos vinculados a esta preferencia.

Aprendimos, a través de mi papi, a mirar más allá del aspecto exterior de nuestras vidas. Quiero hacer notar que con “don Euli”, aprendimos a leer. He leído libros bastante buenos pero con él, no sólo yo sino todos mis hermanos, leímos “el libro de la vida”, ése libro de amor vivencial que abría día a día todas las páginas de su corazón. Amor que nos permite encontrar otros libros o incluso escribir los que todavía faltan por leer.

En términos de riqueza, nunca tuvimos nada que perder pero tampoco teníamos nada que ganar. Todo lo teníamos. Teníamos el mar, que siempre nos brinda muchas posibilidades. Teníamos el amor, la comunicación, la fraternidad. Lo teníamos todo. Nos teníamos a nosotros y, nos seguimos teniendo.

Mi papi, siempre fue un experto en civismo. Pero sus primeras acciones públicas que aún son recordadas aceptablemente, obedecieron al amor por sus hijos y a la defensa de la verdad. Luego se convirtió en guía de muchos, en paladín de intrépidas y bastantes peligrosas aventuras.

Estoy seguro y considero enteramente cierto que una persona como Don Eulíquio, quien se dedicó a hacer y a vivir semejantes demostraciones históricas, inconforme con la injusticia, amante de la verdad, defensor de causas inganables, divertido, gozón y amoroso padre, sabrá cómo vivir fuera de la tierra.


Santiago de Cali, 11 de Noviembre de 2012

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