Hay revuelo
nacional por la multa de $ 324.000 millones que les clavó la Superintendencia
de Industria y Comercio (SIC) a 12 ingenios azucareros. Riopaila-Castilla,
Incauca, Manuelita, Providencia, Mayagüez, La Cabaña, Pichichí, Risaralda, San
Carlos, Carmelita, Central Tumaco y María Luisa incurrieron en el delito de
cartelización, una maniobra rastrera contra el bolsillo del consumidor, que les
importa un bledo, y contra la libre competencia, alma y nervio de la economía
de mercado, que dicen adorar.
Según la SIC, estos
12 filántropos se pusieron de acuerdo durante varios años para obstruir
importaciones de azúcar de otros países hacia Colombia. “Facilitaron,
autorizaron, ejecutaron y toleraron una conducta anticompetitiva, la
cartelización empresarial”.
La investigación
duró cinco años y estableció que: estas empresas actúan como un bloque para
eliminar la competencia; han considerado siempre una amenaza las importaciones
de azúcar; para eliminarlas, idearon estrategias ilegales que bloquearon las
importaciones y mantuvieron muy alto el precio interno; han montado empresas
para comprar los excedentes de producción de otros países latinoamericanos y
evitar que sean adquiridos por comerciantes colombianos; pusieron obstáculos, a
través de Asocaña y Ciamsa, para que nadie pudiera importar azúcar directamente
desde los ingenios extranjeros (el impuesto a la importación de azúcar es del
70%).
El brinco por la
multa ha sido mayúsculo. Y brincaron no solo los azucareros sino también los
más agiles representantes del pueblo: Luis Fernando Velasco, Roy Barreras,
Christian Garcés, Álvaro Uribe, Paloma Valencia, Marta Lucía Ramírez, Néstor
Humberto Martínez y Jorge Robledo. ¿Será coincidencia que anden todos meneando
sus colitas ante los cacaos ahora que están pasando el mate para financiar las
campañas?
Alega este tierno
coro que la multa es muy alta comparada con las utilidades del sector: $
142.000 millones en el 2014. Pero olvidan que la multa es por fechorías que
abarcan muchos años, y que las multas individuales no superan el 7% del
patrimonio ni el 7% de los ingresos operacionales de los ingenios.
Con un tufillo extorsivo, Los azucareros nos recuerdan que ellos generan
muchísimos empleos. Muchas gracias, señores, pero lo empleador no quita lo
pilluelo. Además, es sabido que pagan mal a sus empleados, corteros y
provedores. Varios de estos ingenios fueron multados en 2010 por la
cartelización en los precios de compra de la caña de azúcar a los cultivadores
y a los colonos.
Los azucareros y sus senadores de bolsillo alegan que la multa es excesiva.
Falso. En Alemania multaron al cartel del azúcar con 280 millones de euros y en
Francia al cartel de productos de higiene personal con 605 millones de euros.
A la codicia de los
azucareros no le bastó los billones del etanol, los mariscos, la palma, los
confites y las gaseosas, y corrieron, ávidos y obscenos, tras las monedas que
tenían las señoras para comprar el azúcar de la casa.
Pero reconozco que
los ingenios han obrado un milagro histórico: la esquiva y anhelada unidad
nacional. El Polo, La U y el Centro Democrático defienden con celo la
trapisonda monopólica. Los senadores, tan puntillosos y tan divididos a la hora
de debatir los problemas de la salud, la educación o las conversaciones de la
Habana, acordaron en minutos la defensa de los intereses superiores de Asocaña.
¿Qué tal si les
pedimos a Éder, Caicedo y Lulle que medien entre Santos y Uribe a ver si nos
repiten el milagro?
Tomado de El País.com
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