Aún no se lamenta lo suficiente.
Los pollitos negros amanecieron como globos inflados en la
alberca de la casa y tan pronto los descubrió, supo de inmediato que los
responsables de aquel disparate eran sus dos pequeños hijos. No se explicaba
porqué lo habían hecho. Él, en sus cumpleaños les regalaba pollitos recién
nacidos de un color crepuscular intenso con el fin de guardarlos en la memoria
de la familia. Ahora sabe que los dejaron en agua durante la noche,
esperanzados que al despertar el sol de la mañana hubiesen recuperado su
amarillo habitual. El severo castigo que infligió a los niños, todavía los
mantiene acongojados a los tres.
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