El asesinato anunciado de la dirigente popular colombiana ANA FABRICIA CÓRDOBA, a plena luz del día, en un bus urbano, en la muy peligrosa capital de "la primavera", Medellín, nos enluta, llena de vergüenza y de coraje.
Todos sabemos quienes son los directos responsables. Ella misma los denunció, una y otra vez, a través de los diferentes medios de comunicación del país.
Mientras no se los capture, se los judicialice, se los condene con todo el rigor de la Ley, considerémonos en Colombia, una nación cómplice del crimen, la tortura y la corrupción política-económica generalizada.
Los mismos sicópatas, al servicio de la concentración de la riqueza nacional en pocas empresas, de un centenar de familias multimillonarias y de los llamados "inversionistas seguros exstranjeros", anuncian que matarán "sin piedad", a los tres hijos de la inmolada dirigente comunitaria ANA FABRICIA CÓRDOBA.
No habrá paz jamás, en la tumba de ella, ni en la de Colombia -porque nos hemos convertido en la fosa común de la inequidad social, económica y política-, mientras el bienestar general y la calidad de vida para todos los colombianos sin excepción, no pase de ser LETRA MUERTA (¿asesinada?) en la Constitución que se dice rige en Colombia.
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