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 El pobre presidentico.
                                                                 Por: Vladimir Flórez (caricaturista Vladdo)
Desde el pasado 7 de agosto, Álvaro Uribe, en retiro obliguntario,  se niega rabiosamente a pasar a la historia, pues quiere seguir siendo el presente del país, para moldear nuestra conducta con su ética relativa, su lenguaje seudomontañero,  plagado de diminutivos y su pregonada religiosidad.

El potro del poder que jineteó durante ocho años fue reemplazado por un pajarito y las cabalgatas por  trinos cantaletosos por Tuiter,
tribuna que usa básicamente para defender su cada vez más
desprestigiado gobierno y sabotear a su sucesor.
 Su patética situación me inspiró para crear esta nueva versión,
politizada claro, de La pobre viejecita. (Al igual que la de Rafael
Pombo, esta composición está basada en los cuentos de Mother Goose).
 
                               
El pobre presidentico 
Érase un presidentico
Sin nadita que temer,
Sino chuzadas, desaparecidos,
Corrupción y carrusel.



Insultaba periodistas,
Calumniaba por doquier
Y el pobre no encontraba
Más maneras de joder.


Y este hombrecito no tenía
Ni un ranchito en qué vivir
Nada más un latifundio
Con su huerta y su jardín.


Nadie, nadie lo cuidaba
Sino el DAS y la UIAF
Ya que ministros y asesores
Lo solían engañar.


Nunca tuvo en qué sentarse
Sino sillas de montar
Con sombrero y pocillito
De tintico al cabalgar.


Nunca tuvo culpa grande
Ni declaraciones que ocultar,
Aparte de las cuentas
De su entorno familiar.


Y este pobre hombrecito
Cada año, hasta su fin,
Controlaba casi todo,
Pero no pa’ delinquir.


Y al mirarse en el espejo
Lo espantaba siempre allí
Una vieja de gran toga,
Con iniciales CPI.
Y este pobre hombrecito
No tenía que desmentir
Sino escándalos de muertes
Y desplazados mil y mil.



 Y a no ser por sus muchachos,
Tom y Jerry, gran delfín,
Solitico por el Tuiter
Anduviera el infeliz.

 
Apetito nunca tuvo,
Enseñado a trabajar,
Si no gozó salud completa
Fue por culpa de LAFAR.


Se jubiló de malas pulgas,
En una casa policial,
Y jamás volvió a quejarse
Pues tenía seguridá.


Y este pobre hombrecito
Al partir no dejó más
Que expedientes y demandas,
Y desprestigio orbital.


Vaya en paz, y Dios permita
Que logremos comprobar
La inocencia de este pobre
Sin vivir así de mal.

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