El novelista y columnista de El Tiempo, Oscar Collazos, escribió recientemente el artículo que reproducimos acerca de la pasada cumbre de alcaldes y gobernantes afrodescendientes en Cali y Cartagena. Collazos junto con Arnoldo Palacios, son los escritores vivos más importantes del Pacífico colombiano, con gran reconocimiento nacional e internacional. Entrañable amigo de esta casa periodística esperamos volverlo a tener entre nosotros, pues no nos visita desde 1997. Reside en Cartagena donde también ejerce la cátedra en la Universidad de Cartagena. Tumacopopolo:
Arnoldo Palacios y Oscar Collazos, los dos escritores más importantes del Pacífico. Tumacopopolo. |
Sabemos que el 88,5 por ciento de la población de Buenaventura
es predominantemente negra y que la cifra es duplicada por los más de 600.000
habitantes (el 26,2 por ciento de su población) de Cali. Según cifras del 2005,
en el Valle del Cauca vivían 1’100.000 afros, cifra que aumentó en los últimos
7 años debido a las desesperadas migraciones y “unificaciones familiares” desde
el litoral pacífico hacia el interior del departamento.
La mayor concentración de afrocolombianos (76 por ciento) se
encuentra en las costas del Pacífico y el Caribe. Según el PNUD, “en 50
municipios del país la población afro es mayoritaria”. En el archipiélago de
San Andrés, Providencia y Santa Catalina, el 57 por ciento de su población es
negra.
Queda por medir, sin embargo, el grado de autorreconocimiento de los afrodescendientes colombianos, que podrían ser muchos más que los registrados en los censos. Remotos temores de origen tal vez colonial, fuerzas irresistibles del instinto de supervivencia social, han impedido responder a la pregunta que se refiere a la identidad étnica del censado.
Una tremenda injusticia histórica pesa aún como lápida sobre los
afrodescendientes de Colombia, que representan entre un 16 y un 25 por ciento
de la población total del país y que, no obstante, tienen al 80 por ciento de
sus comunidades con las necesidades básicas insatisfechas y a un 74 por ciento
de esa población con salarios por debajo del mínimo legal.
Cuando algún alcalde “blanco” habla de preferir la “integración”
a la acción afirmativa –pagar de manera preferente esta vergonzosa deuda social–
no explica en qué modelo de cultura social pretende integrar a los negros. En
el mejor de los casos, el racismo inconsciente domina aún el imaginario étnico
de las élites blancas y mestizas.
Entre nosotros se da una paradoja: el país blanco y mestizo
acepta sin reservas la importancia de la cultura afro en la cotidianidad de
todas las clases sociales de Colombia, pero no desactiva con la misma facilidad
los comportamientos racistas de su vida diaria. Con mayores dificultades,
asumiría la obligación de cambiar el paternalismo de las antiguas élites
esclavistas por un sentido reparador de justicia.
Las estadísticas no tocan la sensibilidad de los colombianos
como lo hace la cotidianidad: basta acercarse a los guetos de miseria de
Quibdó, Buenaventura, Cali, Tumaco o Cartagena para que se nos revuelva el
alma. En muchas regiones, las comunidades negras han sido un estorbo para la
explotación legal e ilegal de las riquezas naturales y la usurpación de
tierras.
Muchos miembros de la clase política que tuvo su origen en
comunidades negras se acomodaron al viejo modelo clientelista. Se dejaron
arrastrar por la corrupción e hicieron alianzas con organizaciones criminales.
Estas les aseguraban el dominio sobre pequeños feudos electorales en sus
regiones.
¿Tienen las comunidades afrocolombianas representación en el
alto gobierno? Oficina, a lo mejor. Representación, lo dudo. No es por su
condición étnica por lo que Alfonso Gómez Méndez y Amylkar Acosta están en el
Gobierno. Llegaron gracias al peso de sus respectivas carreras profesionales y
a la posición que ocupan en el Partido Liberal.
Óscar Collazos
collazos_oscar@yahoo.es
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