Por: Fernando Pinzón Pérez
La idea de un Dios único (religión monoteísta), es probable que apareciera hacia el año 1353, antes de la era cristiana, y como resultado de las necesidades fisiológicas de un hombre con serios problemas de visión.
Comparados con el inmenso poder político y militar del que gozó, este Faraón de Egipto llamado Antakenón (padre de Tutankamón), los presidentes norteamericanos a su lado, son simples amanuenses de la burocracia contemporánea.
De sólida formación religiosa, la penumbra de sus ojos lo impelía a buscar la luz y tuvo en el sol, (Ator, lo bautizó) el Dios único y universal.
Su luminosa idea a su muerte, fue borrada de la geografía universal del conocimiento.
Estaba por cuestiones de salud y religión en contravía de la abigarrada trama de los intereses de la humanidad, la cual siempre anda a la caza de su propio dios (y su santo de devoción) para el éxito de su negocio particular.
Estoy en sintonía con el científico inglés Stephen Hawking quien afirma que el nombre de Dios en nuestra época es: Física, y que el paraíso terrenal, es un bello cuento de hadas.
El paraíso lo tenemos que seguir construyendo entre todos los hombres de buena vecindad, ahora y aquí. Los que lo logren serán vívidamente recompensados.
La única alternativa, es el milagro de regresar desde la eternidad a una nueva visita terrenal, cuando se vuelvan a juntar todas las maravillosas circunstancias de tiempo,lugar y energía, que tienen para mi, el más bello,único e inmutable nombre de Dios: VIDA.
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