A Tinoy le quitaron la vida por una silla

La noticia madrugó.

¡Mataron a "Tinoy".
No somos nada, dijo compungido un amigo y otro le respondió: "sí, no somos nada, ni siquiera primos".

Había pasado la nochebuena y Tinoy, el negro alto, de maneras decididas y pasados los 40 años de luchas y sudores, había establecido su rumba portátil en el Puente del Morro y le estaba dando resultado.

Con su carpa iluminada, silletería plástica confortable y un volumen de música que hacía estremecer en su lecho a los peces del Pacífico, no tenía problemas con Dios ni con la Ley.

Su fiesta al aire libre cobraba precios módicos y al contrario de las discotecas de la llamada zona rosa, no tenía horarios por cumplir: iba hasta que la gente y en especial sus bolsillos aguantara.

Y lo que son las cosas en esta sociedad descompuesta. Un cliente borracho despanzurró una de las sillas de Tinoy; al reclamar una indemnización por el daño ocasionado, al final recibió como pago varios impactos de bala que le causaron la muerte.

En el puente de El Morro, ya no está Tinoy y la rumba continúa, sin horario, ni calendario.